Autorretrato ANTONIO FILLOL GRANELL

 

 

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Antonio Fillol y el renacimiento de la pintura valenciana.

 

Encontrábase el arte pictórico español en momentos de gravísima crisis.

De aquel grandioso Goya descendemos tan hondos, que sólo volviendo los ojos a Velázquez pudo Rosales elevar la técnica de nuestra pintura a cimas un tanto elevadas; más la pintura llamada de Historia dominaba tanto, que son miles y miles de metros de lienzos en los que nuestros pintores plasmaron epopeyas o escenas de la vida española.

Claro está que estos cuadros se pintaban en los Estudios, poniendo modelos vestidos con trajes de época, cotas de malla fingida, bajo la luz cenital, que podía pasar cuando la escena se desarrollaba en un interior, pero que resultaba mal cuando el momento elegido había de tomarse en plena naturaleza.

Habían surgido en Valencia figuras tan interesantes cual las de Muñoz Degrain y Pinazo, quienes ofrecían modalidades de novedad en la técnica.

Emilio Sala en París y Antonio Cortina en Valencia daban otras notas de novedad que abrían ancho campo al estudio de la juventud.

Especialmente Pinazo, saliendo al campo, a la playa, a la calle a hacer sus apuntes, venía siguiendo las iniciativas de Yuste, a interesar a los pintores noveles a seguir aquel camino.

Todavía no se hablaba de "impresionismo"; pero pronto el movimiento iniciado en Francia prendió en España, y especialmente en Valencia, donde la actuación de Sorolla pintando su "Dos de Mayo" al aire libre fue el estandarte que había de cobijar a la juventud, que se alistó fervorosa en las nuevas ideas estéticas que el "impresionismo" significaba.

Aquí en Valencia, Antonio Fillol, discípulo del gran Pinazo, descollaba por su personalidad destacadísima.

Fue uno de los que vieron en el "impresionismo" el camino para hacer salir a las gentes de los estudios y hacerles vivir a pleno aire, estudiando la naturaleza y colocando los modelos bajo las luces varias que cambiando constantemente conseguían captar un realismo encantador, pues la belleza del natural era sorprendida y gozada.

Alrededor de Antonio Fillol agrupóse lo mejor de la pintura valenciana, y entre los que evolucionaron recordamos a Ramón Stolz, José Mongrell, Almar, Gasch, entre otros.

Cuando se colgaban los cuadros de la Exposición - homenaje, al ver los paisajes de perspectivas de la Cueva Santa, recordábamos los momentos de la evolución impresionista que a Fillol tenía por capitán.

Fuimos a verle a su estudio de la Calle del Portal de Valldigna; allí estrechamos una amistad, que sólo la muerte había de romper.

Y en aquellos combates leales, nobles y entusiastas, siempre encontramos a Fillol en primera línea.

Su espíritu estusiasta y combativo nos siguió en las campañas que en pro de renovar los anticuados procedimientos pedagógicos de nuestra Escuela de Bellas Artes hubimos de desarrollar, y a él y José Mongrell debe Valencia el que se mejoraran aquellos, rindiendo grandes provechos para la juventud estudiosa.

Así, pues, cuando se escucha la historia de nuestra pintura y se habla del movimiento del "impresionismo" en España, la figura de Antonio Fillol se alzará con toda la simpatía de su testa retadora, de sus negras melenas, rebeldes al chambergo de grandes alas, que con su amplia chalina condujo a la juventud valenciana por los senderos de una sana rebeldía.

 

 

J. Manaut Nogués.

(El Mercantil Valenciano, 7 de diciembre 1930)

 

 

 

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Antonio Fillol, pintor psicólogo.

 

Hace años que, por hallarme ausente, no visitaba los talleres de los artistas valencianos residentes en Valencia. Seguía, desde lejos, los pasos de estos artistas, contemplando sus obras en las Exposiciones de Barcelona y de Madrid, o a través de las revistas ilustradas y en algunas de las exposiciones periódicas del Circulo de Bellas Artes valenciano estas menos interesantes, en conjunto, que las que se celebraban hace veinte años, y no he acertado a descubrir, entre los jóvenes, al pintor original y fuerte capaz de producir una renovación en la famosa y decaída escuela pictórica valenciana. Salvando pocas, y quiero creerlas esperanzadoras excepciones, solo he visto seguidores, más o menos afortunados, de los maestros contemporáneos Pinazo, Sorolla y José Mongrell; pero seguidores al fin. Y he llegado a la conclusión de que la mayoría de los jóvenes pintores valencianos saben pintar, pero no saben "dejar de pintar". Y para acostumbrarse a esto, a “dejar de pintar, es necesario, después de una buena educación primaria, que casi todos tienen, salir a Europa y  "saber ver", saber ver todo lo que se ha hecho y todo lo que se agita y todo lo que se pretende hacer. Y luego, el que tenga actitudes y tenga genio, ya sabrá  "dejar de pintar", y con su genio y nuestra incomparable Naturaleza delante, crear un arte propio y una pintura nueva.

Aspecto muy interesante de la actual pintura valenciana es la de los artistas que llegan a fundirse en el alma de nuestro pueblo, de tal manera, que la forma de expresión de la pintura queda, a mis ojos, en segundo término, tomando un relieve principal, y a veces único, el espíritu que el artista le ha infundido, la psicología, el alma de la obra de arte. Así veo a José Mongrell, poeta de la huerta y de la luz. Así se me aparece Antonio Fillol, psicólogo , pintor, de tipos y de costumbres de nuestra tierra.

Como digo al principio, hacía dos años que no frecuentaba los talleres de los artistas residentes en Valencia. Ahora en poco tiempo, he visitado varias veces el estudio de Antonio Fillol, y he tenido ocasión de conversar con él de arte, de su obra, de realidades y de proyectos.

Antonio Fillol trabaja. Cuantas veces estuve en su taller, me mostró lo que hacía para encargos y lo que guarda para él. Y de ello quiero hablar en este artículo, porque es un aspecto de la pintura de Fillol, cuyo valor ignoran aun aquellos que más creen conocerle.

La personalidad artística de Antonio Fillol es de todos apreciada. No pretendo descubrirla. Pero quiero insistir sobre ese aspecto de su obra, donde radica, indudablemente, toda la fuerza de su arte.

Dos aspectos bien definidos y completamente distintos tiene la pintura de Fillol. El uno va de fuera a dentro, es hijo de la época y del ambiente en que se formó el pintor, es aportación, no es manantial. Pudiéramos llamar a dicha pintura "pintura literaria", y en dicha clasificación, entre las que recuerdo, figuran las telas "Contra su voluntad", "Flor deshojada", "La bestia humana" y otras. El otro aspecto va de dentro a fuera; es prolongación del espíritu y de la sangre del propio artista; es ramaje floreciente y lleno de la savia que dan las raíces de un árbol que se plantó en tierra propia y sazonada; es fuente que mana, no agua de lluvia. Este aspecto, el mejor y el que yo prefiero de la pintura de Fillol, es el que retrata los tipos, las costumbres y el alma del pueblo valenciano.

Pero este aspecto tiene, a su vez, dos modalidades, cuyos distintivos rebasan los límites de las artes plásticas y entran en los dominios del pensamiento y la psicología.

La primera modalidad comprende "La creu de Maig", "La procesó", "El bateig", "La traca", "Els Apóstols", "Els cirialóts" y otras figuras históricas del Corpus, los retratos de tipos populares que todos conocemos o hemos conocido, y muchas otras pinturas reproduciendo escenas y costumbres de nuestro pueblo, obras todas ellas impregnadas de fresco y alegre ambiente valenciano, y con una fuerza típica admirable e indiscutible. A la segunda modalidad de este aspecto de la pintura de Fillol pertenecen las telas que antes dije que el artista pinta para él y guarda con deleite, diciendo: "Esto no lo vendo". Y hace bien, porque son pinturas que tienen un alto valor artístico y psicológico que pocos pueden hoy comprender.

Sorprender escenas y costumbre y trasladarlas al lienzo con todo el colorido; retratar tipos que tenemos delante, con mejor o peor fortuna, puede ser obra de un pintor; pero si esas pinturas, además de dibujo y color tienen alma, como la de Fillol, entonces son la obra de un artista y de un psicólogo. Y cuando se llega al extremo, no ya de reproducir, sino de crear el alma, entonces es la obra de un imaginativo, de un creador. ¿Cómo fueron, qué tipo y qué cara tenían todos esos personajes populares que nadie ha conocido y cuyos nombres van de boca en boca y en toda la región valenciana conocen y pronuncian grandes y chicos?, ¿Cómo eran "La comare de Foyos" y "La delicá de Gandía" y "Chaqués l'oliero" y "Lo ferrer de Tibi"?. Y Antonio Fillol, pintor psicólogo, nos muestra unas telas y nos dice: - "Eran así". Y si no fueron así, así debieron ser -, porque estos retratos de Fillol, algunos no terminados, y a los que se han de añadir otros muchos, como "Pere tacá", "El tonto del panerot", "El francés de Rusafa", etc., son un verdadero acierto de composición, de carácter y de psicología, y una obra original y fuerte, digna de la imaginación despierta y de la potencia creadora de un artista.

Es necesario influir y animar a Fillol para que termine esa interesante colección de retratos. Y una vez terminada, es necesario que se quede completa, en Valencia. El Ayuntamiento o la Diputación lo han de procurar. Es una obra para los valencianos, para nuestros Museos, una obra que solo los valencianos sabremos apreciar en su triple valor: pictórico, evocativo y en lo mucho que tiene de alma de nuestro pueblo.

 

 

Miguel Durán y Tortajada.

(Las Provincias, jueves 1 de febrero 1923)                        
 

 

 

 

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